El peaje pagado para salir de la prisión ha sido caro, hemos perdido a un personaje entrañable como era el viejecito Hershel, pero volver a ver a nuestros protagonistas clavando machetes en los sesos inertes de sus conciudadanos a ritmo endiablado, bien se agradece.
The Walking Dead ha vuelto a sus orígenes, el peligro se huele, se siente en cada paso. Nunca están a salvo, están perdidos en un selva plagada de zombis y de personajes de la peor calaña que sacan lo peor de ellos mismos. Todo lo que podría esperarse de la naturaleza humana en pleno peligro.
Además ha añadido nuevos personajes que pueden dar bastante juego en un futuro, como el simpático militar Abraham Ford y su enigmático acompañante, el científico freak Eugene Porter, que esperemos que aporte algo de luz a un elemento que, en mi opinión, no se ha explotado lo suficiente hasta el momento: buscar algún tipo de explicación científica a esta extraña enfermedad que afecta a los humanos.