Para mí el gran error en el que cayó la serie fue encerrar a los protagonistas en la prisión, alejarlos del peligro precisamente le robó ritmo a la serie y protagonismo a los principales personajes de la misma, los zombis. No nos engañemos, los verdaderos protagonistas de The Walking Dead son los muertos vivientes, la salsa de la serie y lo que la hace diferente.
La espantosa presión de saber que no tienes refugio, que en cualquier momento surgirá de las sombras un vecino ensangrentado y con los ojos desencajados dispuesto a morderte y engullir tus tripas es lo que hacía especial la vida de estos personajes.
Encerrar a esta especie de familia circunstancial en un prisión al estilo de Prison Break, alejados del peligro y plantando verduras en el jardín mató a la serie y fueron muchos los que se bajaron del antaño exitoso tren de los zombis.
Por suerte, yo tuve paciencia y pude resistir a la tentación de dejar de verla, pero el tránsito por la prisión fue duro e interminable. Tuvo que aparecer un personaje despreciable y tétricamente normal como el Gobernador para sacarnos a sablazos del sopor presidiario para volver de nuevo al campo abierto, al peligro, a las persecuciones de zombis.