Si existe carencia de estas vitaminas, un buen rendimiento es impensable. Algunas de las vitaminas de este grupo son especialmente importantes. Por ejemplo, la B1 (Tiamina) ayuda a que los carbohidratos y proteínas se transformen en energía y a que ésta se almacene de manera correcta, es decir, ayuda a «alimentar» el músculo previniendo tirones, agarrotamiento o dolores musculares durante o tras el entreno. Se encuentra principalmente en las carnes, la yema de huevo y las legumbres.
La B2 (Riboflavina), presente en los lácteos y las carnes, es importante en el proceso de síntesis de los ácidos grasos.
La B6 (Piridoxina) es una de las que no pueden faltar en la alimentación de un deportista, ya que, actúa a nivel muscular para optimizar la glucosa cuando ésta es más necesaria (ante un ejercicio aeróbico intenso). Además, es en parte responsable de que los niveles corporales de sodio y potasio se mantengan en equilibrio, algo que influye en el balance correcto de los líquidos del organismo. Hay que insistir en que una buena hidratación es esencial en la actividad deportiva.