Antes de comenzar nuestra andadura por el litoral gallego debemos saber que nunca conviene abandonarlo, ya que nos perderíamos mucho de lo que tiene para asombrarnos. El primer encuentro directo, y si así lo queremos, íntimo, con el mar lo tendremos en Cedeira. Sin adentrarse demasiado en el interior, el camino se abre en dos tramos en forma de V. Al final de los mismos, nuestros ojos se toparán con las playas o arenales de San Isidro, al este y Villarube, al sur.
Cedeira está marcada por la desembocadura del río Condomiñas, pero sobre todo, por la rica tradición arquitectónica gallega, sus calles empinadas hacia las laderas, sus portales y sus galerías. El principal sostén económico de Cedeira proviene de la pesca y el turismo.
A finales del mes de octubre se celebran las fiestas de Samaín, que simplemente consisten en dejar a oscuras al pueblo por la noche, pero sirven para generar un ambiente peculiar de magia y misterio. Durante las mismas, podremos participar de un concurso de calabazas íntegramente inspirado en las tradiciones celtas de estas tierras.