Ante todo, antes de ponernos unos zapatos, siempre es recomendable que le pasemos un cepillo específico para calzado o un trapo de algodón. Para manchas superficiales, con mojar un poco el trapo en agua y jabón neutro es suficiente. Son sólo 30 segundos, no más.
Si adquirimos este hábito a diario, tenemos mucho ganado. Ahora bien, cuando hablamos de materiales como la piel, el cuero, el ante o el charol necesitaremos de productos más específicos. La crema para calzado o el betún le aportarán brillo e hidratación. Si no encuentras cremas del color preciso de tus zapatos, utiliza una incolora.
Otros hábitos como no quitarse los zapatos con los cordones atados, utilizar un calzador para ponértelos, guardarlos adecuadamente o usar hormas, van a ayudar a que tu calzado no se deforme y se conserve de la mejor manera posible.
También es recomendable que de vez en cuando pasen una puesta a punto por el zapatero. Todos tenemos esos zapatos que tanto nos gustan, nos sientan tan bien y nos resultan tan cómodos. Pues bien, si quieres conservarlos, dedícale algo de tiempo a cuidarlos. Que duren eternamente no lo tienes garantizado, pero les van a alargar la vida. Y recuerda, lucir unos zapatos impecables es símbolo de elegancia.