Un joven afroamericano sin recursos, que estudiaba y trabajaba cada día desde niño y entrenaba en sus pequeños ratos libres, llega a unas Olimpiadas y gana ni más ni menos que cuatro medallas de oro. Un récord que no sería igualado hasta el año 1984 por el gran Carl Lewis en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles.
Pese a haber conseguido semejante palmarés, lo cierto es que Owens nunca gozó de la fama y el reconocimiento cosechado, de hecho, son muchos historiadores los que aseguran que el mismísimo Hitler se negaba a saludarle cada vez que conseguía un triunfo, cosa que hacía con el resto de atletas de color blanco.
Del mismo modo, a su regreso a los Estados Unidos las autoridades del atletismo nacional le negaron su apoyo y le retiraron su estatus de amateur, lo que acabó con su carrera deportiva. Lo cierto es que Owens nunca recibió el reconocimiento que le correspondía ni fuera, ni dentro de su país.