La isla de Malta es el mejor ejemplo de cuando un pequeño lugar es capaz de aglutinar todos los ingredientes necesarios para poder ofrecer un turismo de alta calidad, para exigentes, y para soñadores.
La más pura esencia del Mediterráneo rodea al archipiélago maltés, dotándolo de exquisitas playas, pese a sus sólo 316 kilómetros cuadrados. Pero además de gozar de sus paradisíacas costas, el turista que visite Malta podrá descubrir un abundante capital cultural e histórico.
La inigualable belleza de sus playas, límpidas y turquesas, se ve reforzada por un clima único en el continente europeo, con 300 días de sol año, con inviernos templados, y con una temperatura durante todo el año que ronda entre los 10 y 30 grados. El clima privilegiado con que cuenta Malta, la convierten en un destino ideal para cualquier época del año.
Teniendo en cuenta que a pesar del encanto general que desprende la isla en todos sus rincones, las playas y calas son las que maravillarán al turista familiar o joven, al de parejas y al de amigos.