Este cóctel híbrido que propone McG versa entre lo relativamente entretenido y lo previsible. La historia se desarrolla en una clásica París contemporánea en la que la organización criminal que le pisa los talones a Ethan, y viceversa, es especialmente belicosa pero se encuentra durante todo el film a la defensiva. Ethan y Vivi no necesitan prácticamente nada para mantener a salvo a Zooey y a Christine, ex esposa de Ethan y a la que éste también pretende reconquistar.
Algunos toques de humor negro, algo de solidaridad y humanidad por parte de Ethan con una familia de refugiados que se instaló en su casa durante su ausencia y un ritmo lleno de altibajos, convierten a Tres días para matar en un film “incoherente, con una crudeza brutal, pero también en una especie de diversión”, según The New York Times.