Entonces, Amnistía Internacional accedió a los listados de clientes «directos o indirectos» de estas tres empresas, y encontró marcas reconocidas a nivel mundial: Apple, Volkswaguen, Microsoft, Samsung, Sony o HP.
La organización asegura que ninguna de estas multinacionales ha proporcionado los datos suficientes para poder verificar de manera independiente de dónde procede el cobalto de sus productos. Por esta razón, concluyen que «no tienen en cuenta los riegos para los derechos humanos«.
No pueden demostrar si el origen de la batería de sus productos está en una de esas minas que Mathy describe con horror.
Recuerda los maltratos y extorsiones recibidas por parte de los guardias de seguridad de la extracción en 2012, cuando tenía 12 años.
«Ellos pidieron dinero, pero no teníamos. Agarraron a mi amigo y le empujaron hacia un tanque que contenía aceite diesel. Yo corrí. Fui capaz de hui. Tenía miedo, me escapé y me escondí, pero vi lo que sucedido. Lloré…«, relata la menor.