Más allá de lo manido del resumen de su argumento, The Last of Us lo eleva a su máxima potencia. Dejando la acción pura un poco de lado, toda la experiencia del juego se basa en la tensión, la emoción y sus puntos de terror, recuperando las sensaciones que, ya hace un tiempo, nos ofrecían Silent Hill o Resident Evil y que hoy únicamente roza Bioshock.
A eso se le suma la profundidad de la historia, con atención especial a la evolución de la relación entre los personajes o la diversidad de posibilidades según nuestras acciones, otra vez una jugabilidad que es santo y seña de Naughty Dog, un entorno gráfico que explota al máximo las posibilidades de la consola y, como remate final, una acertadísima banda sonora del oscarizado Gustavo Santaolalla, colaborador habitual de Alejandro González Iñarritu, el cual logra una comedida composición que pasa a formar parte de la historia convirtiéndose en una de las mejores que se hayan visto en un videojuego.