Y a la pregunta de qué hace a este juego tan especial, podríamos decir que todo. Naughty Dog ya habían demostrado con la saga Uncharted que eran capaces de crear uno de los iconos más representativos del catálogo de PS3. Las aventuras de Nathan Drake tenían una jugabilidad muy intuitiva, una historia sólida, personajes con carisma, una dirección artística que aprovechaba al máximo la asombrosa capacidad gráfica y una banda sonora digna del mejor cine.
Si de esa forma actualizaron el género de aventura (subgénero Indiana Jones), con The Last of Us hicieron lo mismo con el “survival horror”, otro género algo maltratado desde que se le empezó a dar más importancia a pegar tiros que a dar sustos.
Y lo que hicieron, básicamente, fue devolverle sus señas de identidad a partir de una historia post-apocalíptica. Tomando La Carretera, de Cormac McCarthy o Soy Leyenda, de Richard Matheson como clarísimas referencias, además de Mad Max y el cine clásico de zombis, construyeron la historia de Joel, un hombre adulto con una idea muy clara de lo que significa la supervivencia, y de Ellie, una niña con la que cruza su camino, en medio de unos Estados Unidos arrasados por un hongo que convierte a las personas en seres agresivos y deformes.
