La verdad sobre los tríos sexuales, contada en primera persona

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¿Estadística o experiencia personal? Los datos parecen desmentir las anécdotas, y viceversa. Sin embargo, no son pocos los que han vivido algunas de estas experiencias.

Es discutible hasta qué punto un tipo de actividad sexual, el trío, que en aspecto de fantasía ha sido invocada por un porcentaje altísimo de la población “activa” (si no por toda ella) puede seguir considerándose “actividad sexual alternativa”, como la califica en un artículo de ‘Psychology Today‘ Zhana Vrangalova. Y es discutible hasta qué punto seguir considerando parcialmente tabú algo que los griegos y otras culturas mostraban en el decorado de su alfarería sin mayor problema, nos retrata o no como una sociedad especialmente pacata en lo público, unos miles de años después. Situados, en todo caso, en ese mundo burgués nuestro donde el fingimiento de la monogamia es la norma, pero que envuelve un mundo privado misterioso, es interesante abordar esos temas eternos.

El trío, plantean los expertos, ese momento de la vida sexual de la pareja en la que esta decide que quizá se podría incluir en sus “actividades” a alguien más (Véase –y esto significa algo– que siempre se enfoca este debate desde la pareja: nadie parece haber pensado que tres personas amigas, por ejemplo, puedan dedicarse a follar de vez en cuando porque les da la gana. Eso quizá sobrepasaría el mundo de la fantasía burguesa, que siempre oscila entre los polos de ortodoxia y transgresión de la ortodoxia, porque es masoquista y entiende el mundo en torno a las relaciones de poder. La amistad sexual, que no incluye nudo dramático y posibilidad de moralina, que no es masoquista ni implícitamente dominante o sumisa, está amputada del espectro de debate).

 

Un 24% de los chicos encuestados afirmaron que habían participado en un trío, mientras que sólo un 8% de las chicas dijeron haberlo hecho.

Sea como sea, dos estudios canadienses sobre el tema han cubierto a base de encuestas todas las posibilidades “ortodoxas” del asunto: los tríos con dos hombres y una mujer y los tríos con dos mujeres y un hombre, tanto desde el punto de vista de ellos como de ellas (tres mujeres o tres hombres, trios de homosexuales o lesbianas, no parecen existir en esta cosmovisión). En uno de ellos, el más completo, publicado en los Archives of Sexual Behavior por Ashley Thompson y Sandra Byers, se recogieron las posturas de 274 individuos heterosexuales de entre 18 y 24 años, el 74% de los cuales eran mujeres. Un colectivo que, se afirma en el artículo, “acepta mucho más que antaño lasactividades sexuales no tradicionales como el sexo premarital o el sexo casual” (Aquí, de nuevo, hay que aceptar como premisa que esas formas de sexo no son “tradicionales”. En literatura a eso se le llama “suspensión de la incredulidad”, y se recomienda usar el recurso al principio del libro).

Los resultados de tan parcial muestreo concluyen que los jóvenes universitarios heterosexuales canadienses (“gente” en el artículo), con pequeñas variaciones, piensan que los tríos no son algo fuera de lo común ni algo que se vea como inaceptable, pero tampoco algo “mainstream”. El interés de la mayoría de los encuestados, vagos ellos, era relativamente bajo: no estarían cerrados a la opción si se presentase del modo adecuado, pero que tampoco era algo que buscasen activamente.

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