Esto explica por qué una mujer atractiva –según la estética contemporánea– es concebida como tonta por default, sin siquiera cruzar palabra con ella ni hacer el más mínimo intento de contrastar esa idea con la realidad. A priori y por el peso de la ideología reproducida como verdad, el sujeto invalida automáticamente toda posibilidad de que se trate de una persona culta, una científica o especialista en algún campo del conocimiento, simplemente porque la categoría “mujer atractiva” aparece en su mente como incompatible con la inteligencia.
Lo mismo pasa con los musulmanes y el terrorismo, los indios y la ignorancia, los negros y la delincuencia y todos los binomios que respondan positivamente a una desviación de la norma en curso. El problema es más amplio de lo que parece y se recrudece cuando se trata de una constante universal, pensada en mayor o menor medida alrededor del globo y sustentada en uno de los principios rectores de la modernidad: las mujeres y el machismo.