¡Ay, los polvos pendientes! Me fascina todo ese aura que se crea entre las parejas platónicas. Que si un toquecito por aquí, que si una broma calenturienta por allá, miradas, miradas y miradas… Y nada más. Los cuerpos quieren juntarse, lo piden a gritos, pero el momento de hacerlo nunca llega.
¿Que por qué? Pues por mil cosas: distancia, amistad, trabajo, novios/as… O simplemente, y ésta es mi causa favo, para que no se acabe el infinito tonteo. Toda tensión sexual no resuelta (a partir de ahora la llamaremos TSNR) tiene un principio, pero nunca se sabe si tendrá un final. Y es ahí donde reside su encanto especial.
Supongo que todos sabréis de qué estoy hablando, porque es físicamente imposible no haber experimentado tal situación. De hecho, yo misma tengo unos cuantos asuntos por resolver, y otros tantos que lo fueron durante mucho tiempo. Recuerdo que una de mis primeras situaciones de TSNR fue con un tío al que odiaba profundamente. Me parecía un chulo y un tiracañas mediocre, en resumidas cuentas, un capullo. Pero cada noche que salía y lo veía, se despertaban mis deseos más animales.