Eso fue lo que le pasó en su primer intento de adopción en Panamá donde, tras dos años, tuvo que marcharse por un cambio en la legislación que prohibía adoptar a familias monoparentales.
En su segundo intento en Marruecos, tuvo más suerte. Aunque no tanta como otras compañeras de viaje que acudieron al mismo país en la misma época y con el mismo objetivo de adoptar. «Otras chicas fueron en las mismas fechas que yo pero se dirigieron a Rabat en vez de ir a Casablanca. El resultado fue que ellas acabaron los trámites de la adopción en tres meses; yo casi en dos años».
Rosa se queda en silencio un segundo y resopla: «Tanto en adopción como en reproducción asistida, sabes el día en que empiezas pero no cuándo terminas. Aunque una vez llega el niño, te das cuenta de que todo el sufrimiento ha merecido la pena».
Asumir un ‘no’
«La reproducción asistida es más dura emocional y económicamente; pero sobre todo, emocionalmente», comenta Rosa. En la parte emocional, normalmente se afrontan muchos resultados negativos, muchos requisitos y muchas ilusiones truncadas que se suman al coste del método. «Cada ‘no’ significa volver a empezar todo el proceso. Tengo amigas que han estado hasta ocho años y emocionalmente desgasta mucho».