No somos tan distintos

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Ellas tienen su músculo del placer, su suelo pélvico, igual que nosotros. Sus pezones son extraordinariamente sensibles al tacto y al placer, según aumenta la intensidad del proceso amoroso, lo mismo que en los hombres. Y podríamos seguir dando más ejemplos.

Donde nos diferenciamos especialmente es en la forma de reconocer el placer en nuestro cuerpo, de reconocer nuestras zonas erógenas y, por lo tanto, suprimir “algunas zonas” nos limita, nos hace inferiores a ellas y hace que casi toda nuestra atención recaiga sobre nuestro amado pene. 

¿Se os ha ocurrido imaginar, que al igual que las mujeres, los hombres podemos disfrutar de los besos, caricias… en nuestras tetillas (pezones masculinos), en nuestra zona perineal, en nuestro ano o incluso dentro del mismo, en nuestro recto?

A casi todos los hombres nos gusta penetrar analmente a la mujer, acariciar sus pechos, lamerlos y chuparlos… ¿habéis pensado que a ellas podría gustarles hacernos lo mismo?

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