Para los que no tenéis hijos: cuando hacéis un trabajo o proyecto en grupo y solo hay uno o dos que curran mientras el resto se lo mira, os hierve la sangre ¿verdad? Desearíais coger a esa persona, aunque sea vuestro mejor amigo o amiga, para cruzarle la cara ¿Cierto? Pues imaginaos si esa labor consiste en criar a un bebé.
Esta situación se produce en muchos domicilios familiares y habitualmente se trata mediante gritos y el arrojamiento de objetos tipo cojines o sandalias. Pero una madre decidió, con mucha calma, escribir una carta en la que le pedía ayuda a su marido.
Celeste Erlach es la principal cuidadora de un bebé y un infante que, aunque le gustaría poder con todo sin que le costase nada (cual protagonista de Mujeres desesperadas), sufre intentando hacerse cargo de los dos pequeños.
Así que antes de que le reventase la patata por culpa de los nervios escogió explicarle a su marido lo que necesitaba de él para no partirle la cabeza con un sonajero.
A continuación, deconstruiremos la carta de Celeste viendo si sus peticiones son desproporcionadas o son lo que cabría esperar de cualquier pareja.
“La otra noche fue dura para ti. Te pedí que te hicieras cargo del niño para que pudiese ir a dormir pronto. Lo oía llorar desde la habitación y dudé entre ir a ayudarte o cerrar la puerta para intentar descansar. Escogí lo segundo”.
“Pero entraste de nuevo a la habitación con el bebé llorando frenéticamente, lo colocaste en su cuna y me lo acercaste a mi lado dejando claro que habías terminado. En ese momento quería empezar una discusión épica”.
Por suerte, esa batalla que hubiese hecho temblar los cimientos del mundo moderno no se produjo. Simplemente escribió todo aquello que requería de su marido, pero también sus miedos y aquello que la hacía sentir insegura.
“Puede que nuestros amigos disimulen en público y luego agonicen en privado. Puede que nuestras madres sufriesen en silencio durante años y que, ahora, simplemente no se acuerden de lo dura que era”.
“O puede que no esté suficientemente capacitada para ser madre. En cualquier caso, necesito más ayuda”.
Lo único que pide Celeste es que la apoye y colabore sin que ella tenga que estar diciendo qué hacer todo el rato. “Soy humana y duermo solo cinco horas. Te necesito”.
“Por la mañana, necesito que prepares a nuestro hijo mayor mientras yo me encargo del pequeño y de hacer la comida para todos. Eso no significa plantarlo delante de la televisión, sino comprobar que haya ido al lavabo, que desayune y que tenga todo listo en la mochila”.
“Durante los fines de semana, necesito más descansos. Momentos en los que me pueda sentir persona dando un paseo o yendo a comprar”.
“Y por último, necesito sentir que estás agradecido por lo que hago, que te das cuenta de que la lavadora está hecha y la cena está lista.” Para cerrar la carta, le dio lo que podía considerarse un ultimátum.
“Hondeo la bandera blanca para admitir que soy humana y que te necesito. Si sigo a este paso terminaré explotando y eso te dañará a ti, a los niños y a nuestra familia”.
“Porque aceptémoslo, tu también me necesitas”.
La carta ha sido muy compartida en redes sociales por muchas otras madres y cónyuges en su misma situación. De hecho, otra madre dijo lo siguiente.
“Yo misma podría haber escrito eso. Mi marido es un buen padre y un buen compañero, pero de vez en cuando necesito esa ayuda extra, esa siesta, ese gracias, esa hora a solas”.
Así que os animamos a que compartáis este artículo con cualquier padre o madre que deba ayudar un poco más en casa de lo que lo hace.
¿Conocéis a alguien en esta situación? Explicádnoslo en los comentarios de Facebook.
Fuentes: Cabroworld, Metro, Independent