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Lo primero que debes entender es que tu jefe, como tú, es un ser humano, pero diferente a ti, por lo que es bastante lógico que haya cosas que te agraden y otras no tanto. Sólo procura que lo que no te gusta de él o ella, no afecte tu buen desempeño laboral ni te cause un sufrimiento injustificado. Si confías en tu buena fe, no te centres en sus desplantes, réstale importancia a sus embates.
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Mantén el respeto mediante un saludo cordial y una sonrisa sincera cuando te lo topes, aún sabiendo que no te gustan sus decisiones
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Dentro de lo posible recurre siempre primero a él cuando tengas alguna duda. Así evitarás que su autoridad se sienta desacreditada por ti, y además, te ahorrarás errores innecesarios. Si los cometes y no le has consultado, ejercerá sus ganas de reprocharte; “¿por qué no me consultaste antes?”.
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Evita la actitud hipócrita de pasarte la vida criticándole a sus espaldas; demuéstrale que tienes recursos y profesionalidad para rebatir con argumentos las cosas con las que no coincides. No le adules ni le digas a todo que sí; esto sólo le mostrará tu sumisión y poca personalidad.
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No te muestres retraído en tu puesto de trabajo; demuestra interés por tus funciones, sé proactivo, pregunta, aporta nuevas ideas y soluciones. Eso sí, haz esto sin querer llamar la atención de él o tus compañeros.
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Trata con respeto al resto del equipo de trabajo y demuestra tus capacidades para trabajar en grupo. Si tu jefe está medianamente preparado para serlo, valorará esta actitud.
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Si tienes roces con tu jefe, no creas que siempre tienes razón. Piensa en qué pudo generarle esa actitud contra ti, pero sin mortificarte. Pon de tu parte en caso de conflicto: mantén la puntualidad, la honestidad, la sonrisa; no demuestres hastío constantemente, y no especules con tu rendimiento.
No importa la clase de jefe que te haya tocado, tu haz tu parte siguiendo estos consejos, y si aún así, tu jefe insiste en el conflicto, él será el único que quedará en evidencia.