Esta clase de relaciones sexuales son muy simples, tanto que todo el mundo se olvida de ponerlas en práctica. En el ‘sexo vainilla’ no hay azotes, látigos ni palabras obscenas. Tampoco hay posturitas ni acabas con decenas de agujetas al día siguiente. Hay conexión, química, contacto, besos, trasmisión de emociones y orgasmo asegurado.
En el ‘sexo vainilla’ triunfan las posturas sencillas, como el misionero. Ambos lo hacen como si de verdad se quisieran (oye, si se aman pues mejor que mejor), mirándose durante las penetraciones y haciéndolo abrazados. Las manos de ambos recorren el cuerpo del otro. Todo ello multiplica la sensación de conexión con el compañero sexual, motivando así que el clímax sea mucho más intenso y espectacular.
En esta modalidad no hay sumiso ni dominante. Es un intercambio de placer de igual a igual, donde el cuerpo y la mente de ambos se funden en uno. Es la clase de sexo que suelen dominar los hombres maduros. El coito natural, sin colorantes ni artificios. El de toda la vida. Es tan simple como el placer por el placer. Para los más jóvenes, lo decimos claro: no se trata de follar, sino de hacer el amor (aunque no exista dicho sentimiento).
Los mejores amantes lo dominan
Los hombres que son un diez en la cama (y las mujeres, todo sea dicho), dominan a la perfección el ‘sexo vainilla’, por eso pueden permitirse el lujo de ‘jugar’ en ocasiones a ‘Cincuenta sombras de Grey’. En el sexo todo cabe, pero primero uno tiene que aprender a disfrutar de las relaciones sexuales y luego puede pasar a divertirse (atar a su pareja, sacar el arsenal de juguetes, disfrazarse…).