Según Landarroiajauregi, “la sustancia segregada es la misma, lo que varía más concretamente es el impacto que tiene en cada individuo”, pero no solo en cuestión de sexo, “también depende de otras variables como la edad” o incluso la biografía de la persona. «La infancia también influye en el impacto adulto de la oxitocina, porque esta edad es la escuela del amor y del vínculo entre personas”, aclara el experto.
Entonces, ¿sin sexo no hay amor?
Pere Estupinyà está de acuerdo en que las relaciones sexuales potencian la relación sentimental, pero deja claro que, por otro lado, “puede haber amor romántico sin sexo. El deseo es muy hormonal, pero el amor depende más de la memoria, de las experiencias y de las expectativas de futuro”.
La sexóloga Ana García considera que “el concepto amor es extremadamente difícil de explicar. En la actualidad, aunque se está cerca de conseguirlo, todavía no se conoce bien cuáles son los mecanismos que lo propician”. Pese a que no duda de la existencia de mecanismos químicos y genéticos que influyen en que una persona se enamore de otra, “el amor también está condicionado por factores psicológicos y sociales”. Del mismo modo, la experta también cree importante aclarar el concepto de sexo, que muchas veces se traduce como un sinónimo de penetración. “En sexología hablamos del coitocentrismo, es decir, del coito como centro de la práctica sexual. Esto es un gran error, ya que el placer y los orgasmos, tanto en hombres como en mujeres, se pueden conseguir de múltiples formas y el coito solo es una de ellas. El sexo oral, la masturbación, el sexo anal, las caricias, los besos y cualquier práctica donde se obtenga placer, es una forma de tener sexo”, concluye la sexóloga, aclarando que los niveles de oxitocina, y por tanto el apego y el amor, pueden aumentar también con estas prácticas.