La verdad es que se lo montaban bastante bien. Estuvieron así como más de tres meses sin que el jefe se enterara. Pero, eso sí, la pillada fue espectacular. Se metieron en la sala de conferencias, convencidos de que estaría vacía toda la mañana. Esa tarde había una reunión importantísima por la tarde, pero se ve que los clientes se adelantaron unas cuantas horas…
Total, que allí entró mi jefe acompañado de unas diez personas, encendieron la luz y se los encontraron en plena faena. Obviamente, puso el grito en el cielo y los echó al instante. Más de una vez nos había dicho que no quería relaciones entre nosotros, ya que podían dificultar el trabajo en grupo.
Marta y Edu habían tentado demasiado a la suerte. Sabiendo lo que pensaba el mandamás, ya podían haberse esperado a acabar la jornada laboral para dar rienda suelta a lo suyo. A mí nunca se me ha pasado por la cabeza liarme con alguien de la oficina, ni en las peligrosas cenas de empresa, que luego hay que verlo todos los días y compartir demasiadas reuniones.