Nido de personajes extremos, ayudados por las interpretaciones folletinescas de unos actores entregados a la visión de su director, Twin Peaks admite innumerables lecturas, como el mismo David Lynch ha admitido en alguna ocasión, siendo todas ellas correctas y erróneas al mismo tiempo.
Lo cierto es que a partir de cierto punto la serie aparca el asesinato de Laura Palmer (aunque en ningún momento dejemos de preguntarnos quién la mató) para sumergirnos en un análisis de la psique y el alma humanas y, por tanto, en un mar de preguntas sin respuesta, más allá de las que uno mismo esté dispuesto a encontrar.
La mejor manera de afrontar el visionado de esta serie (y de cualquier otro trabajo de Lynch) es olvidar todo lo que uno haya visto hasta el momento para dejar que sea nuestra mente la que se adapte a lo que está viendo, algo a lo que la industria cinematográfica y televisiva no nos tiene demasiado acostumbrados, pues cada vez se nos ofrece un producto más triturado y de fácil digestión.