Aunque el argumento parezca trillado, lo cierto es que hasta esa fecha (1990) no se había visto una puesta en escena similar. Con un planteamiento totalmente cinematográfico, Twin Peaks se ha convertido en referencia e influencia directa para grandes series que han venido después, como The Killing o True Detective, aunque ninguna de ellas haya podido llegar tan lejos en su desarrollo, por el simple hecho de que ninguna de ellas fue creada por David Lynch.
La primera temporada sirvió como introducción, con planteamiento del caso y presentación de los personajes, desarrollando las relaciones entre los mismos y apuntando de forma superficial los derroteros metafísicos (tan habituales en la filmografía del director) que la serie tomaría en la segunda temporada, cuando Lynch se desmarcó de David Frost (el otro responsable), más partidario de ceñirse a la trama principal.
En realidad, la evolución de la serie fue lo que marcó las audiencias que la misma tendría. Mientras se mantuvo dentro de los cánones estandarizados de la intriga convencional, tuvo el aplauso del público y de la crítica. En cuánto Lynch dio rienda suelta a su imaginación y empezó a plantear las dobles lecturas que enriquecen la serie y a hacer uso de los simbolismos que siempre han nutrido su universo particular, los telespectadores le dieron la espalda. No así los críticos, absolutamente rendidos a una obra rompedora y diferente.