Y, por supuesto, no podemos dejar de resaltar dos factores más que hacen de True Detective una obra a la altura del cine más selecto. Primero, la realización de Cary Joji Fukunaga (director de todos los capítulos, otro acierto), cuyo trabajo en su ópera prima, Sin Nombre, ya fue premiado en Sundance. El director estadounidense dibuja unos escenarios opresivos y ásperos de colores imposibles, haciendo estallar la escala de grises y reflejando en imágenes la atmósfera opresiva que pretende el guión.
Sus juegos de cámara, que huyen de lo meramente televisivo para zambullirse en cánones más cinematográficos denotan la ambición por convertir la serie en algo más ya desde un principio, incluyendo algunos planos secuencia que cortan la respiración, como el del final del capítulo cuarto, que además de la respiración quita el sueño, con un tremendo Honey Bee, de Grinderman, la “otra” banda de Nick Cave, sonando a todo trapo.
