Retirado del cine para dedicarse a la televisión, Soderbergh nos plantea una serie sobre un hospital de Nueva York a principios del siglo XX, cuando la medicina se parecía más a lo que se hace en un matadero que a lo que nosotros estamos acostumbrados. Dicho hospital pretende ser el legendario Knickerbocker (de ahí el nombre de la serie) de Harlem, fundado en 1862 y cerrado en 1979.
En el mismo trabaja el doctor jefe de cirugía John Thackery, interpretado por Clive Owen (Hijos de los Hombres, Sin City), un médico tan brillante como inestable, adicto al opio y a la cocaína, que batalla contra las limitaciones de la época para intentar hacer descender el índice de mortalidad del hospital, al cual llega el doctor Algernon Edwards (Andre Holland), un cirujano inglés de raza negra, doctorado en Harvard, con métodos innovadores.
Como es fácil de imaginar, la mezcla de inglés y negro no ayudará demasiado al bueno del doctor Edwards, que deberá sobreponerse a una sociedad eminentemente racista como la americana (hoy en día son racistas, a principios del siglo pasado lo eran aún más) y a más de una mente cerril para poder aportar algo positivo tanto al hospital como al reacio doctor Thackery.