Orange Is the New Black es una serie con un planteamiento duro y complicado. En ella se habla abiertamente de racismo, de corrupción institucional, de sexualidad, de nuevas formas de moralidad, y se ponen en duda muchas de los habituales tabús de la cultura norteamericana.
Pero Jenji Kohan y todo el sensacional elenco de actrices son capaces de mostrar todos estos temas peliagudos de una manera elegante y hasta cierto punto naïf, aunque sin perder la contundencia de una realidad hiriente y demasiado habitual en la sociedad estadounidense.
En el pasado año 2013, cuando se estrenó la primera temporada de esta serie, EE UU consiguió el récord de ser el país con un mayor porcentaje de personas encarceladas del mundo.
Además de la problemática racial, buena parte de los presos y presas son negros o latinos, la realidad de una legislación extremadamente dura y punitiva y la imperturbable presión de la pobreza como generador de delincuencia hacen que este grave problema de la sociedad norteamericana se haya vuelto endémico.