Perfectamente apoyados por una excelente red de secundarios, navegan a través de un Londres que define el tono de la serie en ambos casos. En Sherlock la ciudad es fría, coloreada en azul y gris y ejemplo de modernidad. Luther, por otro lado, deambula por un Londres algo más decadente, oscuro y en el que se palpa el mal que estalla a fogonazos.
La brevedad es el santo y seña en ambos casos. Con Sherlock habiendo cumplido su tercera temporada (algo inferior a las dos anteriores y con toques de humor más pronunciados) y a la espera de la cuarta, el número de episodios y la duración de los mismos (hora y media cada uno) los convierten en películas con continuidad, como una saga cinematográfica camuflada en serie de televisión que mantiene a sus fans a la espera durante largos periodos mientras sus protagonistas cuadran sus agendas.
Luther finalizó en 2013 tras tres temporadas y 14 episodios en total, aunque los muchísimos adictos a la misma (entre los que me encuentro) esperamos con fervor contenido la anunciada película que alargue un poco más el placer que encontramos en cada una de sus entregas.