Para los guionistas de televisión, vivir en la época dorada de las series es un arma de doble filo. Las posibilidades de llevar sus proyectos a buen puerto son altas, ya que la demanda lo exige, pero resultar original y ofrecer un producto que escape de lo convencional para sorprender a la audiencia ya es otra cosa.
[pullquote]‘Sherlock’ y ‘Luther’ son dos ejemplos de cómo debe ser una serie de detectives[/pullquote]Si nos ponemos a hablar de series de intriga, investigación o misterio, la cosa resulta doblemente difícil, pues puede parecer que ya lo hemos visto todo. En Estados Unidos nos bombardean con la repetición de un mismo formato, llámese C.S.I., N.C.I.S, NAVY, Mentes Criminales o similares, en las que la continuidad brilla por su ausencia y el desmesurado número de temporadas provoca que los capítulos acaben por parecerse unos a otros.
Mientras, en Inglaterra huyen de este patrón y apuestan por series más breves y por lo tanto con argumentos más trabajados, además de ofrecernos personajes ambiguos (en ocasiones hasta bizarros) que enriquecen la trama y traspasan con asiduidad la frontera entre el bien y el mal. Es el caso de The Fall, What Remains (una delicia de tres episodios para saborear en una tarde), Broadchurch y de las dos perlas que nos ocupan en esta ocasión; Sherlock y Luther, ambas de la BBC.