«Es beneficioso, porque nos ayuda a ver la cara buena de la realidad, a disfrutar y compartir el ingenio con los demás. Y también, en muchas ocasiones, nos reímos de las penas, lo que propicia separarnos un poco de ellas y sobrellevarlas mejor. Por otra parte, es una forma de relacionarnos con las personas que conocemos y jugar con la realidad para divertirnos o que no nos oprima tanto», añade.
Sí, el humor nos hace sentir bien. Como enumera este especialista, «contribuye a relativizar los problemas, es un antídoto contra el estrés, incrementa la autoestima, ayuda a combatir la timidez y la depresión, a expresar emociones, fortalece los lazos afectivos, descarga tensiones y potencia la creatividad y la imaginación».
Además, tiene beneficios físicos. Según un estudio de la Universidad de Loma Linda, en California (Estados Unidos), protege contra enfermedades cardiacas, genera respuestas antitumorales y antivirus y, por la producción de beta-endorfinas, que actúan como neurotransmisores cerebrales, tiene un efecto analgésico contra el dolor y regula el sistema inmunológico.
La ilusión y las ganas de contarlo todo
Nuestra sorna va asociada a una rica vida social. Uno no puede ser gracioso si no tiene público, y nuestro fabuloso clima favorece las relaciones sociales, muchas veces al aire libre. Eso nos diferencia, entre otros, de los habitantes de los países nórdicos, donde la escasez de luz hace que la gente se encierre más en su casa y en sí misma.