La razón, según los investigadores, es que la gente sociable sufre menos de estrés, se cuida más y lleva un estilo de vida más saludable que el de las personas solitarias.
«Cuando alguien se siente conectado a un grupo, se siente responsable de otras personas y ese sentimiento de tener un objetivo, de tener un propósito, se traduce en cuidarse más y tomar menos riegos», afirma Julianne Holt-Lunstad, autora del estudio.