Cuando los investigadores redujeron la actividad de los sujetos de estudio en casi 80%; es decir, de 10.000 pasos diarios a alrededor de 1.500, pudieron detectar cambios significativos en sus cuerpos. Después de dos semanas, los participantes perdieron masa muscular y ganaron peso corporal.
Aún más interesante es que este peso corporal tiende a acumularse cerca de la sección media del cuerpo, lo cual usualmente es un indicador más confiable de enfermedades crónicas que el índice de grasa corporal. Incluso, los sujetos no podían recorrer tanta distancia ni con la misma intensidad que antes.
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Otros cambios registrados por los científicos fueron inesperados. Por ejemplo, se detectó un decrecimiento en la sensibilidad a la insulina y un incremento en la grasa acumulada en el hígado de los participantes, lo cual es un indicio de mayor riesgo a desarrollar condiciones como la obesidad, diabetes o enfermedades cardíacas.