Si hubo algún punto en común entre Lauda y Hunt fue ese; la pasión por esos bólidos endemoniados al momento de apretar el acelerador, y su ruptura con el orden familiar establecido para inmortalizarse arriba de un podio. Ambos lo lograron pero no sin pagar un alto precio antes.
Rush escanea a la perfección a un antipático pero disciplinado, detallista, y eximio del automovilismo y de la puesta a punto como Lauda, y a un juerguista, vicioso, impulsivo y despreocupado Hunt.
El enfrentamiento es visceral y empieza fuera de la pista; los violentos choques verbales entre ambos tienen como espoleta la pasión de los dos por sus motores y habilidades para manejarlos, pero la verdadera raíz de la hostilidad está en la disparidad de valores trasladados a las cuatro ruedas.
La película propone una recreación de alto nivel de aquellos históricos Grandes Premios de 1976, en el que Ferrari con Lauda y McLaren con Hunt eran tan rivales como sus pilotos. Un compendio muy bien pensado para quedarse con lo más relevante de una historia tan llena de detalles valiosos como trascendentales.