Rollitos de verano

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Esa misma tarde ya teníamos un mínimo de cuatro matches cada una (y un grito por match) más tres citas con tres grupos de tíos diferentes: una en la playa, otra en un pub para tomar algo después de cenar, y una invitación a un fiestón en un apartamento. Ni una agencia de viajes nos hubiera montado un plan mejor.

Así que nos vestimos en plan celebrity y bajamos a la playa a conocer a nuestros nuevos amigos. Tras darnos los datos de rigor, se fueron al chiringuito y nos trajeron un mojito para cada una. Sí, eran los típicos chulazos que iban allí a fardar de bíceps, pero oye, nos alegraban la vista y encima eran majos.

En una hora al sol con ellos, ya tenían en el bote a dos de mis chicas, justamente las más reservadas, las que nunca salen de fiesta para ligar. Esto me dio que pensar: ¿Por qué en vacaciones nos atrevemos a hacer cosas que de normal no hacemos? ¿Por qué tenemos que irnos lejos para poder desmelenarnos a gusto? ¿Tanto nos importa el qué dirán?

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