Millones de relaciones nacen todos los días. Bastan un par de salidas para que, sin siquiera pensarlo, la persona que hace unas semanas era una total desconocida se convierta en tu confidente. Entre toda la fantasía del enamoramiento, los besos sugieren promesas de amor y de a poco, se transforman en vínculos de confianza.
La sexualidad entra en juego y en un impulso, compartes tu cuerpo con el suyo. Durante la lejanía y en medio del subidón emocional propio del enamoramiento, surge una excitante idea: “mándame nudes”. Crees que todo está bien, piensas que jamás podría hacerte daño. Tomas unas cuantas selfies provocadoras y cometes el inocente error de mostrar tu rostro, quieres que te vea y asumes la misma lealtad de su parte.
Después de un tiempo y por cualquier motivo, decides terminar la relación. Los términos de ruptura no fueron los mejores y aquella persona con quien tuviste una cercanía insólita decide traicionar la confianza que tenían de un golpe, comparte todas las fotografías y videos que alguna vez protagonizaste. Entonces tu vida y todo lo que eres queda en manos de una sociedad hipócrita que te juzga entre grupos de amigos y tu propia familia, mientras miles de extraños en Internet te acosan. Suena como una pesadilla, ¿cierto?