Con Elysium, Hollywood demuestra que sigue apostando sus fichas, casi sin replanteárselo, por el futuro, la ciencia ficción, la amenaza a la existencia de la raza, y por supuesto, a los héroes salvadores.
En este caso, el director Neill Blomkamp, ha concebido esta historia transportándose al año 2159, para plasmar la eterna lucha de clases, pero en un ámbito futurista.
La población mundial se divide en dos grandes grupos; los ricos, que ocupan la lujosa estación espacial Elysium, y la mayoría de pobres, que sobreviven en una Tierra donde la escasez y la devastación son la moneda corriente.
Como si de una traslación de la realidad política y geográfica al futuro se tratase, en la privilegiada estación espacial no tardará en aparecer la mano de hierro de la funcionaria anti-inmigración Delacourt (Jodie Foster), para ahogar cualquier intento de los desventurados de emigrar al espacio reservado para ellos.
Pese a la xenofobia de la funcionaria, los pobres no cejarán en sus intentos por alcanzar aquella posible mejor vida en Elysium. Es en estos momentos de máxima tensión entre las dos comunidades cuando Max (Matt Damon), tendrá que mediar con todos sus recursos para intentar conseguir la igualdad y evitar el enfrentamiento directo.