Nuestra orientación sexual no está determinada por aquello que nos gusta hacer en la cama; es decir, que probemos otras vías no pone en duda ni nuestra heterosexualidad, ni virilidad, ni nada parecido. Por eso muchos hombres se han negado a admitir (o a rechazar) que obtienen placer sexual de la estimulación de la próstata o de dicha zona. “No olvidemos que no hace tanto tiempo que los hombres no solo se dejaban los calcetines puestos para hacer el amor sino que apenas se quitaban los pantalones”, recordaba el artículo.
La búsqueda del placer es completemente legítima. Y en ella no hay que olvidar otras zonas erógenas del hombre. Un estudio publicado en la revista ‘Cortex‘ ya demostró que los cuerpos de hombres y mujeres mantienen un gran parecido en sus zonas erógenas, y que entre las zonas destacadas en el cuerpo masculino se encuentran el pene (puntuación de 9 sobre 10), los labios (7), los testículos (6,5), la parte interna de los muslos (5,8), el cuello (5,6), los pezones (4,8), el perineo (4,8), la nuca (4,5) y las orejas (4,3).