Hace unos años si se nos rompía la suela de una zapato, enseguida acudíamos al zapatero para arreglarlo. Si adelgazábamos, se llevaban los pantalones a una modista para estrecharlos. E incluso teñíamos un abrigo en la tintorería si se había descolorido demasiado. La red de profesiones vinculadas al mundo de la moda estaba muy desarrollada y se acudía a menudo a este tipo de profesionales para restaurar nuestras prendas.
Con la proliferación de la moda low cost comenzó el declive de estas profesiones. ¿Para qué arreglar una prenda si me puedo comprar una nueva por poco dinero? Poco a poco fueron desapareciendo muchos de estos establecimientos, pocos resistieron.
Sin embargo, en la actualidad están volviendo a resurgir y aquellos que resistieron han visto como su clientela ha ido aumentando en estos últimos años. ¿El motivo? La crisis. Mucha gente ya no puede comprarse ropa tan a menudo como antes y les resulta más rentable arreglar la que tienen. Unos ganan y otros pierden, como en todo.