Para desarrollar su invento, Baird usó fondos económicos que obtuvo mediante otro de sus inventos, unos calcetines químicamente impermeables, destinados a que los pies de los soldados se mantuvieran calientes en las trincheras, ideado en 1917.
Tras el éxito de su tele, al ingeniero escocés le ofrecieron comprarle la participación de su propia compañía por 100.000 libras, oferta que sin embargo Baird rechazó argumentando que sería incapaz de dormir por la noche sabiéndose poseedor de tal fortuna.
Falleció en Bexhill-on-Sea (Inglaterra) el 14 de junio de 1946, por culpa de un accidente cerebrovascular.
70 años después de su muerte, continúa siendo reconocido como uno de los diez científicos más grandes de la historia.