- Piernas. Son tu «motor» a la hora de correr, por lo que, en el running, la pisada es la clave para que el ejercicio resulte correcto y efectivo. Pisar mal, caer con un impacto demasiado fuerte, o realizar una zancada desproporcionada puede tener malas consecuencias. Hay que correr a un ritmo regular, con zancadas similares (todas de una longitud aproximada), elevando las rodillas pero sin llegar a «saltar». Cuando apoyes el pie, hazlo procurando que el impacto repercuta en la zona central de la planta, nunca en los talones ni tampoco en la parte posterior de los dedos de los pies. Esa área central, el arco de la planta del pie, está en línea con tu centro de gravedad y es la que mejor minimizará el impacto del «aterrizaje» de cada pisada en carrera.
- Hombros, brazos y manos. También son muy importantes porque te ayudan a impulsarte correctamente. Los brazos han de ir ligeramente flexionados, formando un ángulo de 90º y pegados lo más posible al tronco para ayudar a evitar el balanceo. Cada brazo acompaña a su pierna contraria en cada zancada ( brazo izquierdo – pierna derecha) funcionando como un «remo» que te empuja en la carrera. Los hombros han de estar relajados y mantener su posición natural ( ni hacia adelante ni hacia atrás) y tus manos no pueden acumular una rigidez excesiva. Unas palmas totalmente extendidas o unos puños cerrados, bien apretados, no son la mejor manera de correr con soltura. Lleva las manos entreabiertas y, mejor, con los pulgares hacia arriba.
Si estás empezando, recuerda que correr implica un esfuerzo importante que debe realizarse de forma progresiva y siempre teniendo en cuenta tu propia forma física. En cualquier caso, fíjate en cómo corres y, si es necesario, corrige tu postura antes de dar el paso siguiente.
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