Ciertamente, y como si del clima se tratase, hay un momento de nuestra formación profesional, en la que asoma una gran turbulencia.
Estamos a punto de culminar nuestra carrera de grado, y el pesimismo que nos inyecta el mercado laboral, junto a las exigencias cada vez mayores a la hora de ocupar un puesto “digno”, hacen que el mar en el que navegamos no tenga las aguas más tranquilas.
Aunque nuestras calificaciones sean intachables, muchos se encargan de recordarnos que los cuatro, cinco o seis años de ardua formación, es sólo un pequeño tramo del camino a recorrer, y ateniéndonos a las “tendencias”, puede no ser garantía de nada.
Pero ante tanto vaticinio tormentoso, no debemos olvidar que el hecho de terminar nuestra licenciatura o tecnicatura, es una provisión de fuerzas y optimismo para reafirmarnos como auténticos expertos en nuestra disciplina. Es muy probable que para nosotros –y en la práctica real-, ya nos consideremos de esta forma, pero el mercado y el sistema que lo sostiene, tienen la costumbre de hacer saber que formaciones “muy completas”, pueden no ser suficientes.