Demasiadas veces vulgarizamos el sexo al hablar de él solo como una forma de diversión. La sociedad parece haberse sacudido muchas represiones relacionadas con la religión y el matrimonio tradicional, pero a cambio es posible que estemos creando una nueva represión al intentar desconectar artificialmente el sexo del amor, o incluso de lo que podríamos llamar, generalizando mucho, «vida espiritual». Parece que se nos dé a elegir entre el cinismo de tratar a los demás solo como a un cuerpo que nos da placer y la ingenuidad de confundir los deseos pasajeros con el Amor Eterno de cierta literatura.
El buen sexo, en opinión de psicólogos, sexólogos, neurólogos y cualquiera que se ponga a profundizar un poco, tiene que ver con la sensibilidad, con la felicidad, con un estar a gusto con uno mismo y con el mundo que es mucho más sencillo y a la vez más complicado que seguir un manual de posturas.