El nuevo estudio se ha limitado a 88 mujeres de 18 a 53 años, todas de Nuevo Mexico, Alburquerque. Se les ha propuesto un cuestionario detallado sobre susexperiencias orgásmicas habituales, las recientes, su historial sexual y cuestiones relacionadas con la depresión y la ansiedad. Otra parte del método consistió en la proyección de películas (algunas neutras y otras deliberadamente ideadas para erotizar al espectador), tras las cuales se les preguntaba si estas habían incrementado o disminuido su nivel de excitación sexual.
El primer titular a destacar es que, en los mejores orgasmos de su vida, ellas no son capaces de distinguir de dónde vino el mayor placer, vagina o clítoris, o bien creen que la clave estuvo en los dos puntos a la vez. Nicole Prause, la primera autora del estudio, está convencida de que, a la vista de los resultados, «no tiene sentido seguir diferenciándolos» y de que «hemos estado haciendo la pregunta equivocada» a las mujeres.
En estudios anteriores mencionados por los autores se ha establecido ya la dificultad de diferenciar psicológicamente esas dos experiencias, pero aún muchos estudiosos modernos achacan a la inmadurez sexual la preferencia por actividades sexuales distintas de la penetración. El problema es que, según Prause, las mujeres están condicionadas desde el principio por las informaciones supuestamente científicas que han recibido. Cuando, desde la ciencia, se les pregunta por estas cuestiones, tienden a hablar de esos dos tipos de estimulación, como si fueran esencialmente distintos, y se ven casi obligadas a elegir entre los dos.