Mis amigas se enrollaban con chicos casados e incluso un día encontré a mi vecino de la mano de otra mujer (no podéis imaginaros la tensión en el aire al cruzarnos…).
Siempre me he juntado con mucha gente diferente y eso me ha delegado un papel orbital, casi pasajero entre unos y otros, pero con la distancia suficiente para que te salpiquen las verdades más desagradables. Esas que no van contigo pero de las cuales te acabas enterando, porque uno: la gente no sabe guardar secretos. Y dos: como decía mi abuelo, «ven antes el humo los que están fuera que el fuego los que están dentro».
Lo que quiero decir es que no hace falta un máster en psicología para darte cuenta del número de caras distintas que puede llegar a tener una persona y con qué facilidad puede manejarlas. Crees conocer muy bien a alguien, pero no puedes saber cómo será este alguien en otra situación o con otra persona.