Nos pusieron (y lo aceptamos) el listón muy alto. Probablemente la respuesta esté en recopilar lo mejor de nuestro pasado, presente y futuro y ser (ahora y aquí) justamente esto: el hombre que no lo sabe todo, que busca, que ofrece lo que tiene y lo que es y sobre todo el hombre que quiere cambiar, mejorar, ser y vivir una nueva vida.
Un ser capaz de vivir el presente en toda su plenitud, en cada momento, en cada situación, en cada estado emocional, ofreciendo su presencia, sin pensar, sin juzgar, sin analizar, simplemente siendo, jugando a vivir el día a día.
En realidad, lo que muchos anhelamos es reconocer y amar nuestra parte femenina, conservando lo mejor de nuestra esencia masculina, poseer la sensibilidad del hombre moderno, completar en nosotros mismos la suma de lo mejor de ambos y añadirle la conciencia del Ser y del Estar, en un mundo donde lo humano y lo divino conviven, cada día más, donde las sensaciones y los sentimientos también cuentan.