Y esa es precisamente su función, curar la necesidad de tener el teléfono entre las manos. Nacido como una forma satírica de comentar esta adicción a la tecnología, la respuesta de la gente fue tan buena que empezaron a vender el NoPhone a todos los que, según ellos, «quieren una vida de contactos visuales directos y mejorar sus habilidades de conversación. Una vida más allá de un smartphone«.