Para mí fue, desde el principio, una simple relación sexual con alguien que, además tenía buena conversación. Jamás llegué a sentir nada más fuerte que una simple amistad, incluso empecé a sentir cierta aversión al pensar en tener sexo con él. Me estaba desvinculando… y me daba la sensación de que rápidamente habíamos pasado de la cama a las cenas y los cines, llegándome a proponer el ir a conocer a sus padres un fin de semana, en su casa de la montaña.
Viéndome arrastrada, de la noche a la mañana, por una cascada de compromisos y futuros compartidos, decidí quedar con él para finalizar nuestro ‘lo que fuera’. Dudo que fuera amor. Hay gente que lleva tanto tiempo obsesionada con encontrar a alguien que, aunque haga un mes que te conocen, ya te ven como la futura madre de sus hijos.
Intenté ser lo más sincera posible. Yo necesitaba sentir algo más, ese feeling (que no sentía por el) y no estaba segura de querer comprometerme tan pronto con otra persona. Nadie puede obligar al otro a sentir pero su reacción fue decepcionante: primero me acusó de ilusa al decirme que él tampoco estaba enamorado de mí, y a continuación se lamentó de que siempre que encontraba a alguien especial, la otra persona no se atrevía a dar el paso. Algo que he aprendido de esta nueva vida de soltera: el miedo se huele y no es sexy.