“La escasa validez y utilidad de los datos sobre el comportamiento sexual reportados por uno mismo es una mala noticia para los agentes de salud pública”, explica. La ciencia sobre sexualidad tiene un problema añadido, el mismo que explica por qué nos podemos inventar lo que queramos y quedarnos tranquilos de que nadie nos va a pasar factura: los investigadores no pueden meterse en la alcoba de sus objetos de estudio para comprobar si dicen la verdad o no.
El estereotipo señala que los jóvenes que tienen más probabilidades de sufrir una enfermedad de
transmisión sexual. Pero no es necesariamente así. “Cuando los hombres y las mujeres reportan incorrectamente su comportamiento sexual, esto daña la capacidad de los encargados de diseñar los programas y de los proveedores de salud de planificar apropiadamente”, señala Assari. Un problema aún mayor es que es precisamente en los temas más críticos de salud pública donde los encuestados suelen
mentir más. ¿En cuáles, exactamente?
El estigma que te hace mentir
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