Es cierto que contamos con ciertos patrones genéticos que nos diferencian desde que nacemos, pero de todos esos rasgos tú serás el encargado de elegir a cuál de todos entrenar, en cuál te vas a especializar.
Si tu primer amor se aprovechó de tus intenciones, jugó con tus sentimientos o te engañó con algún amante, es muy probable que en tu siguiente relación aparezcan pensamientos de inseguridad y desconfianza.
Y como cada emoción se camufla de pensamientos –reales o no- te irás convirtiendo en alguien miedoso y celoso. Todo sentimiento proviene de los pensamientos que un día creaste al experimentar algo. Y ese dominio de pensamientos en tu cerebro acabará forjando tu carácter y tu personalidad.
¿Y tú como eres? ¿Qué clases de pensamientos te vienen a la cabeza? ¿Eres optimista o pesimista? ¿Cumples lo que te propones o abandonas a la primera de cambio?
Cada individuo tiene sus manías, molestias que molestan a los demás, defectos que incordian. Es natural ser imperfecto. Pero encasillarse en un tipo de carácter –yo soy celoso, yo soy pesimista, yo soy… yo soy…- y no luchar por cambiar, es como aquel paciente con una enfermedad que no toma sus medicinas.