Al llegar me recibieron con una copa de cava y una cena «romántica» repleta de alimentos afrodisíacos. ¡Era físicamente imposible que no subiera la temperatura! La verdad es que me lo pusieron muy fácil, no me puedo quejar de nada. Con el postre empezaron los toqueteos por debajo de la mesa y las miradas lascivas. No sé si fue por culpa de las ostras, de las burbujas del cava, o de las fresas con chocolate, pero nunca me había sentido tan deseada.
Después de medio desnudarnos en el salón, subimos a la habitación a rematar la faena. Empezamos Mario y yo, con su mujer como espectadora. Pude notar cómo se sentía un poco celosa e insegura, así que decidí cambiar los roles y comencé a liarme con ella. Él se puso a cien. A partir de ahí, todo fue a más. Los preliminares fueron súper intensos, se sucedieron los juegos de manos y el sexo oral. Luego sacaron la artillería pesada, con varios sex toys para usarlos con una durante la penetración con la otra.