Las piedras se colocan en puntos corporales estratégicos, en los centros energéticos del organismo (chakras): a lo largo de la columna vertebral, sobre el abdomen, en la frente… Liberan su calor de forma progresiva proporcionando un alivio casi inmediato y una profunda sensación de bienestar. El terapeuta también utiliza las piedras para ejercer presión en estos puntos concretos y para realizar con ellas un relajante masaje que ayude a distribuir la energía por todo el cuerpo.
El calor provoca la dilatación de los vasos sanguíneos ayudando a una mejoría general del sistema circulatorio y linfático. En consecuencia, el masaje no solo alivia tensiones sino que, además, contribuye a una mayor oxigenación de todo el organismo, también de la nuestra piel, por lo que sus efectos se reflejan en una dermis más tersa y luminosa.
El masaje con piedras calientes suele alernarse con piedras frías, generalmente mármol. Esta terapia, basada en los contrastes de temperatura, hace posible combinar el efecto relajante del calor con la capacidad de tonificar músculos y piel que poseen las piedras frías.